lunes, abril 30, 2007

Sexto hombre del año. Drinho no more.

El sexto hombre. El primero desde el banquillo. El cuarto en importancia. O el quinto de Alemania. El paradigma del microondas falleció hace escasas fechas, pero sus pupilos son legión y extienden la palabra del profeta. Porque cuando as cosas van mal, siempre se recurre al mismo.

Leandrinho Barbosa recibió el premio al mejor sexto hombre de la liga en medio de una serie de Playoff frente a los Lakers absolutamente prodigiosa. No lo había recibido y ya lo estaba justificando. Lo que ya había justificado de sobra durante el año había sido la extensión de contrato firmada poco antes de la temporada. Durante este año, no sólo ha subido sus prestaciones en lo que a anotación se refiere, sino que la dificilísima labor de conseguir que el descanso de Nash no se note en el funcionamiento del equipo cada vez la solventa mejor.

Anda lejos todavía de ser un base, y probablemente nunca lo consiga, pero dar continuidad al equipo no es mérito escaso. Concederle espacio para el tiro es una invitación al daño. Dejarle entrar, un suicidio. No en vano, ha firmado un 43% en triples y sigue siendo uno de los jugadores más rápidos (si no el que más) de toda la liga. Su paso adelante en ataque le ha valido el premio al sexto hombre.

Manu Ginobili acabó segundo, volviendo por sus fueros tras un par de años en los que la titularidad había pesado más que la revolución que supone siempre desde el banquillo. Pegajoso en defensa y determinante en ataque, disputa con Tony Parker el puesto de segundo espada de San Antonio pese a salir desde el banquillo. Porque salir de inicio nunca significó nada. En similar situación se encuentra Stackhouse, el puñar del mejor equipo de la temporada. La estocada. Experiencia, anotación e intensidad defensiva desde el banco. Su veteraniá es clave en momentos calientes y su olfato en ataque contribuye a dar continuidad a ese rodillo que han sido los hombres de Mark Cuban, Avery Johnson y el MV... alemán, el alemán.

Mención especial a Kyle Korver. Cuando todo parecía que los Sixers iban a comenzar la agradecida tarea de buscar el número uno de un gran draft, consiguieron lo impensable: récord positivo desde la marcha de Allen Iverson. Y Kyle fue uno de los máximos artífices. La unidimensionalidad en persona hizo más daño que nunca y permitió la lucha de los Sixers hasta los últimos partidos por un hipotético hueco en la postemporada. En el camino que separa os tiradores de los anotadores, los niños de los hombres... ¿Dawson crece de Orange County?

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