miércoles, noviembre 15, 2006

Andrew Bynum. The next big thing in L.A.


El pasado viernes se cumplían 500 días desde que el 28 de junio de 2005 Los Angeles Lakers seleccionaran en el draft a Andrew Bynum. Sus condiciones físicas, los destellos mostrados y, por qué no, la urgencia de una afición malacostumbrada a la victoria, han hecho ver en él a uno de los próximos centers dominantes de la liga. ¿Quién es este jovencísimo pívot?

En tu fiesta me colé.

"Fue increíble lo que me ocurrió . Un verano. Tenía todo preparado para marcharme a Connecticut. Estaba trabajando muy duro para ello. Corriendo, perdiendo peso y todo ese tipo de cosas. Pero un día, mi entrenador me dijo que tenía que darle una oportunidad a la NBA. Hicimos un workout en New York y dejamos buenas sensaciones. Luego entrené para los Lakers en Chicago, les gusté, así que dijeron que me seleccionarían. Más o menos así ocurrió. Está bien eso de ser el jugador más joven de la NBA. Soy afortunado por estar en los Lakers con un par de rookies de mi edad. No me abrumé ni nada por el estilo. Afronté mi temporada rookie".

Su elección como número 10 se había convertido en un secreto a voces en los días previos al draft. Un workout con los Blazers y dos con los Lakers (el segundo de ellos “a puerta cerrada”) fueron suficientes para dar por finalizada su rueda de entrevistas con los equipos. Pese a no estar invitado en la Green Room, sabía que no caería más allá de la décima elección. Un chaval de 17 años, que apenas hacía unos días habría acudido al baile de graduación de su instituto, se convertía ahora en la pieza central de la reconstrucción de una franquicia histórica, en el único highschooler que jamás ha entrenado Phil Jackson y a la vez que en el jugador más joven de la historia en ser drafteado, con 17 años, 8 meses y 2 días (batiendo el récord de Jermaine O’Neal). Edad que no fue óbice para que el chaval se comparara a sí mismo con Shaquille O’Neal, con la diferencia de que “Yo convierto los tiros libres”.

Desde finales de mayo era por todos conocido que en el nuevo CBA (Collective Bargaining A
greement, el convenio colectivo entre liga y jugadores) quedaría fijado el límite de edad que vetaría en lo sucesivo la llegada de highschoolers a la liga. Tal vez este hecho precipitara su decisión, quizá fueran las expectativas de primera ronda alta o, simplemente, el desinterés en hacer algo (sacarse una carrera, que al fin y al cabo es lo que conlleva pasar por la NCAA) que no entraba en sus planes. Como quiera que fuese, no son muchos los que se aventuran a dejar pasar un programa deportivo para grandes genios como lo es Connecticut (y ponerse en manos de Jim Calhoun) siquiera para colarse en la NBA. Eludido pues el ciclo universitario, llegaba a manos de la franquicia angelina la materia prima sin manufacturación previa. Una materia prima, eso sí, del calibre de un diamante en bruto. Y cuando esto sucede, es de recibo entregarlo a un gran artesano para tallarlo y sacar lo mejor de la pieza en cuestión. Siendo inexistente esa figura en el staff técnico del equipo, se daba comienzo a la búsqueda y captura.

Aprendiendo con el maestro de Olowokandi.

"Me habría gustado ir a Uconn, pero tuve que dejarlo para venir aquí. Phil Jackson, Kareem Abdul-Jabbar... esto es lo máximo, así que si estaba preparado para afrontarlo, creo que entonces fue la mejor decisión".

Mientras tanto, el debut de Andrew con la “camiseta” de los Lakers llegaría en la California Summer Pro-League, conocida por ser la única en dar cobijo a selecciones nacionales (China o Senegal por entonces), y equipos semiprofesionales. El 10 de julio tenía lugar tan insigne momento y durante los 8 partidos que duraría el espectáculo se mostraría como lo que era: un center con mucho por pulir y poco que ofrecer. 12 puntos, 7.5 rebotes y 1.5 tapones fueron los dividendos que arrojó su participación. Lucha por el rebote, timing de salto en los tapones o creación del tiro propio fueron algunos de los defectos que por entonces se le achacaron. O lo que es lo mismo, las parcelas en las que su mentor tendría que concentrar sus fuerzas. Tardarían un mes en salir los primeros rumores con base, y esos no eran otros que los que apuntaban a Kareem Abdul-Jabbar como “El elegido”. Demasiado mayor para ser LeBron James, sí, pero la edad perfecta para ejercer de tutor de un center en ciernes. El 2 de septiembre se confirmaba la noticia: el imberbe sería puesto en manos de uno de los grandes no ya sólo centers, sino jugadores de la historia. Efectivamente, Michael Olowokandi también lo tuvo como instructor y ya vemos en lo que ha acabado, pero esta vez parece que todo es distinto. “Todavía es un adolescente. No tiene que convertirse en Wilt Chamberlain. Le dejaremos desarrollarse a un nivel razonable. Así como vaya aprendiendo lo que le enseño, lo irá consiguiendo. Tiene una gran ética de trabajo y entiende que le quedan cosas que aprender”. Sentar las bases de su juego ofensivo y perder peso a base de ejercicios en arena de playa fueron los elementos esenciales de su verano de preparación para la NBA.

Un problema en los abdominales retrasó su debut en pretemporada hasta apenas una semana antes del comienzo de la liga regular. Sus 20 minutos ante Utah se saldarían con 2 puntos (una paupérrima serie de tiro con 1 de 7) y 7 rebotes. El 3 de noviembre pasaba a la historia como el debutante más joven visto nunca en la NBA, jugando sus 5 primeros minutos como profesional a la tierna edad de 18 años y 6 días. Tras uno de los partidos, ya en las duchas, el veterano Aaron McKie se dio cuenta de que Andrew llevaba las medias de juego en lugar de unas chanclas. Al repetirse la escena en posteriores partidos, la situación derivó de la incredulidad a las carcajadas. “Es como ¿Piensas lavarte los pies?”. Según explicaría Bynum, la franquicia aún no le había encargado unas chanclas de su talla (18 USA, un 54-55 de pie en Europa) por lo que se veía obligado a ducharse en calcetines. La explicación llegaba demasiado tarde, puesto que ya se había ganado con honores el sobrenombre de ‘socks’ (calcetines en inglés) dentro del vestuario. Abdul-Jabbar en vano trató de llamarlo Big Baby por razones obvias, pero el invento no tuvo efecto. La anécdota dejaría paso a la inevitable soledad del banquillo. Al menos los momentos de soledad que le tocaba pasar con Kareem eran beneficiosos para su juego de pies. Y tiempo habría para demostrarlo durante la temporada.

Shaq shocked by Socks

"Sólo pretendo ser Andrew Bynum. Al mismo tiempo, quiero que ese Andrew Bynum sea un gran jugador. Eso es lo que estoy haciendo y para ello estoy trabajando. No siento que tenga que rellenar un hueco o presiones de ese tipo. Me presiono para ser tan buen jugador como me sea posible".

El momento cumbre llegaría un 16 de enero. El partido que a buen seguro marcará su carrera. El nuevo regreso de Shaq a Los Angeles iba a estar marcado por la ceremonia del pre-partido: la extraña pareja haría las paces con Bill Russell como introductor y testigo un día después del que habría sido cumpleaños de Martin Luther King. Quién le iba a decir al chaval que acabaría quedándose el protagonismo en una atmósfera tan idealizada. Durante la rueda de calentamiento, Shaquille O’Neal había estado hablando con su ex compañero y ahora asistente angelino Brian Shaw. “Dile a Bynum que voy a por él”. Aquellos comentarios de la noche del draft sobre los tiros libres aún resonaban en la cabeza de O’Neal (pese a que, paradójicamente, el rookie laker lucía un 30% de acierto).

Pongámonos pues en situación. Un minuto para el descanso. Los Lakers mantienen una cómoda ventaja en el marcado. Jason Williams aprovecha el bloqueo de Udonis Haslem en la parte alta de la zona y lanza a canasta. El balón es repelido por el aro y O’Neal, atento, captura el rebote a una mano hundiéndola en el aire y llevándose por delante a Andrew Bynum. “Que quede claro quien manda” piensa el 32 negro. “Pobre chiquillo” piensa la oleada amarilla. Cualquiera hubiera agachado la cabeza para intentar diluirse entre el estupor general. No fue el caso. Andrew salió como alma que lleva el diablo hacia el ataque, se posicionó de espaldas al aro, buscando al hombre que le había hecho la afrenta. O’Neal le concede el baile sin saber que está firmando su sentencia. Bynum recibe de Kobe, Bynum tantea, observa el objetivo, amaga hacia la derecha, gira en una milésima de segundo hacia la izquierda, Shaq abraza el aire y Bynum machaca. El Staples en pie, los comentaristas en éxtasis y los espectadores clavados en el sofá. Cada uno a su manera, pero todos igualmente incrédulos. Esa inusitada rapidez y explosividad de movimientos al poste me resulta familiar. ¿A alguien más?

Lo que vendría después no haría sino poner en evidencia que sólo nos encontrábamos ante un crío. Inmerso en el clima de efusividad colectiva, regresó a la defensa como si de Heidi en pleno monte se tratara y empezó a chocar con su reciente víctima, como el mal ganador que terminada la guerra trata de humillar al vencido. Sabido fue tras la Primera Guerra Mundial que Versalles fue el inicio de la Segunda y aquí a punto estuvo de costarle algo serio. Shaq (no menos inmaduro en esta acción) le propinó un codazo en el cuello y la mediación evitó males mayores. Uno de los momentos más brillantes que jamás pudo soñar, empañado por la falta de cabeza… de ambos.

Dos semanas después, en pleno Madison Square Garden y con todo decidido para los Lakers, Phil Jackson dio salida a Bynum para jugar el último cuarto al completo. El experimento no pudo ir mejor, y es que los 12 minutos de juego se saldaron con 16 puntos sin fallo y 4 rebotes. Dos pinceladas en un lienzo al que aún le queda mucho por rellenar. En abril, Los Angeles Times publicaba que en su primer año en la NBA, Andrew Bynum había crecido 2 pulgadas (unos 5 centímetros, probablemente menos una vez conocido el redondeo) y había añadido casi 7 kilos de peso (15 libras). 2.15 metros de estatura y 125 kilos de peso dispuestos a ser moldeados. Intenso verano mediante.

Vacaciones Santillana.

"Ganarme el respeto de mis compañeros, estar más minutos en la cancha y ayudar a mis compañeros a ganar. Mayor presencia interior, rebote defensivo, intimidación... eso es lo que quieren que haga. [...] .Si (Kobe) ve que te partes el pecho, trabajas duro, das el 110% todos los días... tratar de hacer mejor al equipo. Él sólo quiere ganar, así que si ve que muestras esta actitud, tendrás más respeto".

Para afrontar mejor el nuevo curso, de toda la vida han sido preceptivos en verano los cuadernos de vacaciones Santillana. Su homólogo deportivo han de ser las ligas de verano. Cualquiera las hace y nadie las tiene en cuenta. Esta vez los números (15 puntos, 8 rebotes y 2 tapones) no serían capaces de plasmar la superioridad demostrada por momentos. No sólo no encontraba rival en la zona que parara sus movimientos de nuevo cuño, sino que incluso desplegó una visión de juego privilegiada para un hombre alto. La manifiesta irregularidad, provocada tanto por el cansancio como por la dificultad de meterle balones (él mismo reconocería que el hoy sonic Andreas Glyniadakis le puso en muchos apuros), junto con los estragos desde la línea de tiros libres impidieron que los dividendos fueran mayores. "Ha sido muy importante para mí disfrutar de tanto tiempo de juego. No es comparable a la liga, pero es que nunca había tenido la oportunidad de hacerlo. El instituto es una broma pesada comparado con la NBA". La esencia de una liga de verano en tres cómodos pasos.

A partir de ahí comenzaría la parte más dura del verano. Dura para muchos, pero que para él terminó por convertirse casi en una adicción, como llegó a confesar "Al no poder entrenar durante las vacaciones, perdí algo de forma, estaba ansioso por volver al gimnasio". Ganar músculo, y no perder peso, fue una de las principales diferencias con respecto al año pasado. Ya en el trabajo con su entrenador personal de excepción, más y más ataque: ganchos con izquierda y derecha, reversos, movimientos en el contraataque, aprovechamiento de los espacios abiertos en los marcajes que ya empieza a sufrir... En defensa, especial atención a la defensa del pick and roll. En lo que respecta a la pretemporada oficial con el equipo, los problemas en su rodilla ralentizaron su puesta a punto. La desgraciada lesión de Kwame Brown en el segundo partido le permitió disfrutar de más minutos, y bien que acabó aprovechándolos, con un final de preparación asombroso para celebrar su 19 cumpleaños. Sí, 19. "Tengo mucha más confianza. Cuando vine el primer año no sabía qué esperar, ni lo que estaba ocurriendo, realmente. Pero ya llevo un año con el triángulo ofensivo, empiezo a entender todo mucho mejor. Ahora sé lo que se me viene encima y sé lo que se espera de mí, así que es el momento de salir fuera y demostrarlo".

Time to grow.

"Simplemente creo en mí mismo. Día a día voy adquiriendo mayor confianza ahí fuera y creciendo como jugador gracias a la experiencia que me permiten coger todos estos minutos".

La comentada lesión de Kwame, junto con la ausencia de Chris Mihm (que finalmente se perderá toda la temporada para operarse de su tobillo), dieron como resultado algo hasta entonces impensable: center titular de Los Angeles Lakers en el partido inaugural del Staples Center. 23 minutos le bastaron para firmar 18 puntos, 9 rebotes y 5 asistencias y dominar por completo al endeble juego interior de los de Arizona. Esta temporada algo ha cambiado. Su condición física sigue siendo uno de los grandes peros, bajando considerablemente su rendimiento cuando juega dos días seguidos. Sus problemas con las faltas, algo propio de la edad y también algo a corregir. El perfecto resumen de todo esto lo encontrábamos hace escasas fechas. Frente a los Minnesota Timberwolves marcaba los máximos de su carrera en puntos (20), rebotes (14) y tapones (3). "He tenido que pellizcarme. Ha sido muy valioso conseguir esta victoria en casa, delante de tu afición y aclamándote. Es la primera vez que coreaban mi nombre. Me siento genial". Un día después, descalificado por faltas en 20 minutos. Bryant, que sabe lo que es llegar a la liga tan joven, entiende estos altibajos "Ocurre cuando eres un jugador tan joven. No jugó nada la temporada pasada y encontrarse con esto es como lanzarse al fuego. Ha dejado ver destellos de lo que es capaz de hacer, es sólo un proceso más que tendrá que pasar. Me ocurrió lo mismo cuando empecé a jugar. Lo entiendo perfectamente. Me toca ser su hermano mayor, estar feliz por todo el trabajo que está haciendo".

Durante las escasas semanas de temporada de la 2006-07 que llevamos, tan pronto se eleva sobre el bien y el mal con actuaciones no al alcance de cualquiera, como se encarga de recordarnos su edad y su condición de ser humano. Estamos viendo a un Andrew Bynum cada vez más inteligente en sus movimientos al poste bajo, más seguro de sus posibilidades, sereno desde la línea de tiros libres y más agresivo en el rebote y en la cancha (mítico el explícito “Gimme the fuckin’ ball” a Sasha Vujacic durante el Lakers - Denver de pretemporada). Tener hambre es fundamental y, aunque él afirma haber dejado los McDonald's, ha demostrado tenerla.

George Mikan, Wilt Chamberlain, Kareem Abdul-Jabbar, Shaquille O'Neal... Llegue a donde llegue, él sólo quiere ser Andrew Bynum. Y trabajará duro para ello.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Y lo bien que nos vendría este hombre ahora junto a Thabeet en Connecticut...

Felicidades, amigo Eisen. Gran artículo. ;)

True Wolf dijo...

Bueno a ver de que es capaz. Está claro que crecerá como jugador, y con su físico quizás pueda acercar a los Lakers a su sueño. ¿2008? ¿2009? Desde hace tres semanas, lo veo posible